Una gata había parido 4 gatitos, todos eran diferentes: uno era grisáceo como la mama, sin duda se notaba que era el mas grande, luego le seguía uno amarillento, bastante melenudo, otro blanco como un copito de nieve, y por ultimo, y no menos importante, uno negrito, era el mas flaquito y pequeño, era muy frágil; el siempre quedaba atrás, no alcanzaba a comer como todos. La gata no era lo que se podía definir como buena madre, por lo general, dejaba a sus crías solas, en la intemperie, en un caminito a la vista de todos, en ese lugar transitaba mucha gente.
Un día, pasaba un niño como
de unos 5 años, y vio a uno de los gatitos, no se resistió la tentación, lo
agarro y se lo llevo, me pareció un poco cruel (pensé), espero que lo pueda
cuidar pero a unas pocos metros, lo soltó en un lugar con mucho pasto,
inmediatamente baje a buscarlo y llevarlo con los otros, tristemente no lo pude
encontrar, el gato camino y se perdió entre la maleza, este era el gatito
grisáceo. Después de ocurrido ese suceso,
decidí buscar una caja donde pudiera guardar los gatos sin que se
pudieran escapar o que alguien los agarrara de maldad y botarlos, encontré una,
la limpie, le agregue un periódico debajo y un trapo, lo deje mas o menos
visible para que la gata pudiera encontrarlos y darles de comer.
Pasados los días, los
gatitos ya estaban mas grandecitos, estaba siendo una madre sustituta cuando la
gata se iba a buscar comida pero un día decidí salir, al llegar a casa, solo
estaban dos gatitos, me sorprendí y pensé que alguno de ellos se había salido y
perdido, sin embargo, la realidad era otra, mi mama regalo el gato blanco,
desde hace días lo estaba ofreciendo, solo pensé que no se formalizaría, sabia
que yo quería quedarme con el porque en ese momento ya tenia un gato blanco en
casa y ella no quería mas gatos en la casa; a los días me entere que el gatico
en la casa donde lo adoptaron, murió, solo quedaban el amarillento y el negro.
Querían regalar los que
quedaban, y en esa misión se encargo un tío en ofrecer a los gaticos y así
logro regalar al amarillento pero la historia no fue buena, en el lugar donde
se adopto, habían unos perros grandes, el gatito huyo y se refugio en la calle,
no lo pudieron encontrar. Ya solo quedaba el negro, y parecía misión imposible,
nadie lo quería, era muy “feito”, solía enfermarse mucho. Mi tío lo soltó en la
calle para que se perdiera, al día siguiente llego a la casa con la gata, fue
una sorpresa y me alegro mucho que sobreviviera.
De a poco, el gato entraba
a la casa a comer, nadie lo corría porque les daba “lastima” porque se veía muy
desnutrido y necesitaba comer; y así sin querer se fue ganando el cariño en
casa, ya era recurrente encontrarlo y como no tenia nombre solíamos llamarlo
negro y el gustosamente venia, ya en la casa podía quedarse si quería pero el
sentía la necesidad de salir y hacer lo que quería, solía quedarse con otros
gatos mas pequeños, era como el “niñero”, a el le encantaba ese papel, le
gustaba compartir y jugar con otros, adoraba mucho su libertad.
Desde muy pequeño, se
enfermaba mucho pero seguía en pie, nada lo podía derrumbar, aunque su cuerpo
era muy frágil, su espíritu podía mas. Así fue creciendo, y se fue encariñando
conmigo de una manera que no comprendía, el era muy arisco con todos, no se
dejaba acariciar ni cargar ¡ni siquiera de mi! Le gustaba mucho su libertad
pero tenia una manera particular de demostrar cariño, el se fue acercando poco
a poco, hasta empezó a dormir en mi cama pero lejos para que no me diera
cuenta, sin embargo, se acercaba cada vez mas, hasta que casi que estaba encima
mio, acurrucado en las cobijas, poniéndose lo mas cómodo que podía. A veces,
podía estar sentada en los muebles de la sala, y a lo lejos me miraba, se
acercaba poco a poco, se montaba y luego hacia algo que me encantaba, se tiraba
todo consentido, como cayendo lentamente ronroneando, como acariciándome y eso
me hacia muy feliz, el punto era que el me consentía a mi, no yo a el.
A mi papa le tenia mucho
miedo, principalmente porque el negrito era muy cansón, solo un poquito (jeje),
era muy escandaloso cuando tenia hambre siendo incluso un poco insoportable, y
por ello a veces mi papa lo corría, y otras veces quería consentirlo pero
obviamente sentía desconfianza y huía. Mi hermano quería consentirlo pero
negris sentía cierta desconfianza y no se dejaba, sin embargo, con el tiempo
cedió y se dejaba medio consentir pero no era mucho (no le gustaba) y acariciar
pero le parecía muy meloso. A mi mama nunca le han gustado los animales, siente
como una repulsión (por así decir), no los toca, y ella le parecía terrible que
el negris durmiera conmigo.
Ya habían pasado dos años,
el gato negro era parte de la familia, hasta se podría decir que el perro lo
quería también (jeje), había empezado a sentirse mal, como decaído y yo pensé
que era algo normal, ya había pasado por algo similar antes pero el echo era
que se sentía mal, a veces ni comía, lo cual era muy raro porque el era el mas
velón de la casa, a veces me sentaba en mi cama a estudiar y el llegaba para que
lo consintiera, hasta se montaba encima de mis cuadernos, lo que a veces era
muy tierno, y en otras circunstancias se montaba encima mio y ronroneaba.
A veces, se ponía muy
canson, casi me quitaba mi cama (literal), le encantaba una cobija que tenia que
era como estilo peluche, casi que se la dejaba solo para el, y el era feliz así
pero no encontraba alivio, se sentía mal y yo no sabia que hacer, a veces me
despertaba en la madrugada y el estaba despierto, como una estatua mirando fijo
al vacío, muchas veces me asusto porque pensé que no respiraba, salí corriendo
de mi cama a prender la luz pero ahí estaba mirándome, maullando, letárgico
(mucho), ya a lo ultimo no dormía conmigo, no tenia fuerzas para montarse en mi
cama.
Ahora se escondía, no le
gustaba que lo vieran, se sentía mal y ya no comía, estaba muy flaco, mi papa
trataba de darle comida de una jeringa ya que no quería comer nada, yo le daba
diablito que le encantaba pero nada ni chistaba, un día lo encontramos debajo
de la nevera, estaba tirado y maullaba muy levemente, decidimos sacarlo ya que
el motor de la nevera le hacia mal, lo saque y sentía su fragilidad, no podía
ni pararse, solo estaba tirado ahí, y tenia un olor muy fuerte, nauseabundo que
emanaba de su hocico, estaba como reventado por dentro, yo me sentía muy
triste, mi papa trato de darle de comer con la jeringa pero ya ni tragaba, así
que decidimos dejarlo quieto, yo lo consentí un buen rato y lo abrigue pero el
ni siquiera se movió.
Ya pasado un rato,
decidimos dejarlo en un mueble en la sala abrigado, ya que ese día hacia mucho
frío, se quería bajar pero yo me quede ahí para que el se quedara, ya a la hora
de dormir, lo dejamos solo pero a veces, me paraba en la madrugada para ir al
baño y así me quedaba a verlo como seguía, y el logro verme y empezó a maullar
como loco e intento pararse, yo lo persuadí y le dije: “Descanse negro”, el se
acostó y yo seguí a mi cuarto, por obvias razones no podía dormir, de alguna
manera pude conciliar el sueño y pasadas las 5 de la mañana me desperté al baño
y a ver como estaba, pase y no se veía muy bien, así que pase al baño y al
salir decidí dejar la luz prendida para ver bien, estaba acostado pero no se
percibía que se movía, me asuste y decidí prender la luz de la sala,
irremediablemente me percate de lo que no quería saber, negro estaba muerto, mi
instinto fue despertar a mi mama y decirle, quería decirle a alguien y no estar
sola.
Ya en la mañana, pudimos
enterrarlo, ahí me percate que de tantos gatos que yo había tenido, este
significaba mucho mas, estaba conmigo en las buenas y en las malas, y no era
algo tonto decirlo sino que de verdad era así, yo podía estar decaída y el
llegaba, se acostaba encima mio y me ronroneaba, y eso me alegraba mucho. Solo
podía dejarle un tributo a su incansable espíritu, de alguna manera se parecía
a mi (jeje), y de alguna manera se gano el cariño de todos en casa, no solo
porque era un gato mas sino porque era mi negro, negrito, negris...
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